SANTIAGO.— La presencia de Tony Peña como piloto de las Aguilas Cibaeñas, ha hecho realidad su anhelado sueño dirigir a sus dos hijos, Tijei y Francisco Peña. Este fenómeno de ver a un padre siendo capataz de sus vástagos se produce por segunda vez en la historia del beisbol profesional dominicano. Los Peña acaban de unirse a los Ramírez, como las únicas dos parejas de padres e hijos que establecen este tipo de relación dentro de un equipo en la pelota nuestra, siendo ambos casos muy particular de los cibaeños. Ceferino Víctor Ramírez, siendo manager titular de las Aguilas en la campaña 1990-91, tuvo a su hijo Victor Omar como uno de los jardineros del equipo. Ellos fueron los pioneros en este aspecto en la liga dominicana. Tony , enmarcado entre los grandes símbolos del club, y quien vió crecer a sus vástagos metido en la cueva del equipo, ha sido el más virtuoso modelo de esta imperecedera tradición de familiaridad en la fila mamey. Francisco y T. J. Peña, uno catcher y otro lanzador , pero ambos descendientes del antiguo receptor y manager aguilucho, se convirtieron el año pasado en la duodécima pareja de hermanos en ser compañeros de equipo dentro esta exitosa franquicia. Este clan de la familia Peña se inició con Tony haciendo cofradía por quince temporadas con su hermano Arturo Peña, siendo sin dudas la pareja más relumbrante en la trayectoria del equipo cibaeño. Primeros hermanos en las Águilas Los primeros hermanos en jugar juntos para el conjunto de las Aguilas Cibaeñas, fueron Julio Cesar y Rafael –Fuche- Imbert, uno como lanzador y otro el jardinero e inicialista novato. Estos debutaron juntos con los cibaeños en la temporada de 1960-61. Este torneo se efectuó exclusivamente con peloteros nativos. Winston – Chilote – Llenas, la principal estrella nativa a principio de la década de los 70, acogió a Gustavito Llenas, uno de sus hermanos menores en la escuadra aguilucha para la campaña 1971-72, celebrando juntos el titulo de campeon. Una década después formaron pareja los serpentineros villaltagracianos Arnulfo (Nino) y Julio Espinosa lanzando para las Aguilas durante cuatro años, de 1982-83 hasta 1985-86. Los jardineros zurdos Bienvenido y Nelson de la Rosa, se juntaron en el plantel cibaeño en ese primer año (1982-83). En esos años es que Tony Peña, siendo un estelar catcher en hueste cibaeña, le da la bienvenida su hermano Arturo Peña en la campaña 1983-84. Ellos, ambos inmortales del deporte dominicano, defendieron los colores aguiluchos durante 15 años, una marca insuperable en la liga dominicana para peloteros de la misma estirpe. En 1988-89 se enrolaron en la fila amarilla los puertoplateños Jose y Miguel Román , el primero lanzador y el segundo jardinero, pero pasaron sin penas ni gloria. Dos años más adelante, en la temporada de 1990-91, fue que se encontraron Victor y Omar. El antiguo jugador dirigió a su hijo siendo un novatito de primer año en la liga. Tras regresar a su puesto de coach de tercera base compartieron en la cueva hasta su retiro. Ceferino Victor Ramirez murió hace poco tras una prolongada enfermedad. Mientras que su hijo Omar, ya retirado como jugador activo, fue integrado este mismo año al cuerpo técnico de las Aguilas. Siguiendo un orden cronológico, años más tarde Felix Fermín, en ese entonces campocorto estelar, le dió recepción en el equipo a su hermano Carlos José – Che - Fermín en 1992-93. Los Fermín se mantuvieron por cinco años como compañeros, llegando incluso a hacer combinación alrededor del segundo cojín, algo sin precedente en la pelota criolla. También Junior, el hijo mayor de Felix, formó parte del cuerpo técnico el pasado año. Cuatro años se mantuvieron en la escuadra cibaeña los Martínez. Jose era lanzador cotizado y Ramón Dario un infielder utilizado mayormente como corredor emergente entre 1992-93 y 1995-96. Más tarde en la campaña 1994-95 le tocó al toletero Mendy López dar la bienvenida a su hermano Andrés, lanzador zurdo que tuvo efímera participación. Andy, actualmente se labora como coach de bullpen de las Aguilas. Los hijos del incomparable narrador Mendy López, que antes figuraron en la nómina de los Toros del Este, emularon esa vez a José Nicolás Sued, catcher que jugó con los cibaeños mientras su padre José Guillermo (JG), era la voz comercial del equipo. Con la llegada del nuevo milenio las Aguilas volvieron tener dos hermanos lanzadores en su fila. El derecho Juan Antonio y el zurdo Juan Francisco Peña, quienes compartieron durante cinco años, desde el 2001-02 hasta 2005-06. En ese mismo período pero acortado a tres años lanzaron los nativos de Altamira, Bartolo y José Colón, el primero se convirtió en un brillante picher de las mayores, ganador incluso de un premio Cy Young, y el segundo se quedó como una eterna promesa del box. Los hermanos que nunca se juntaron: Danilo y Rolando Rivas, lanzadores zurdos salcedenses, vistieron en el final de sus respectiva carreras la casaca mamey pero no coincidieron en el equipo en la temporada de 1976-77 cuando se retiro el mayor de ellos. Los nativos del populoso sector de Pueblo Nuevo, los jardineros Tomás y Virgilio – Chiqui- Silverio, no pudieron juntarse ya que el Maestro recientemente inmortalizado, se retiro un año antes del debut de su frater menor en 1982-83. José (lanzador) y Angel – Pollito - González (infielder), tambien de la Bahía de Pueblo Nuevo, nunca coincidieron en uniforme de las Aguilas. Angeles figura en el reducido grupo de cinco que han bateado 400 en la pelota dominicana Mientras que lanzadores puertoplateños Jhonny (zurdo) y Pedro Julio – Chory- Guzmán ( derecho) , estuvieron separado por una década en el tiempo. Eso tambien sucedió con los ídolos del ensanche Bolívar, Samuel y Simeón Mejia, que se quedaron con el sueño de ser compañero en la cueva aguilucha. Manuel Furcal, lanzador zurdo que milito brevemente con las Aguilas a principio de los 90, no pudo esperar por la presencia de su hermano, el hoy estelar torpedero de grandes ligas Rafael Furcal. Los Mayimbitos son nativos Loma de Cabrera. Rafael toda la vida será recordado por “Fulcalazo”, un jonrón dramático que pegó contra Licey para ayudar hace un par de temporadas a los cibaeños a la conquista del titulo número 20. Esa relación de consanguinidad, siempre ha creado dentro de la morada aguilucha un ambiente de fraternidad, generando de paso esa armonía y mística ganadora. La conquista de esa veinte coronas en el beisbol dominicano, diez de ellas en los últimos diecisiete campeonatos, son en parte, resultados de la marcada influencia familiar que ha favorecido a la causa del equipo.